Un tema interesante. Pero hay una cosa cierta: consideraciones emotivas de todo tipo -simplemente que no nos gusta el careto del artista- afectan a la apreciación positiva o negativa que podamos tener de su música. Aparentemente no deberían solaparse emociones tan distintas. “Vale, para mí, tu mismidad me resulta insoportable, pero la música que realizas resulta infinita”. Sin embargo, quién es el guapo perfecto que no tiene sus manías. Imagino que el cerebro, en ocasiones, establece este tipo de extrañas conexiones. En mi caso, nunca he podido disfrutar de la música de Joaquín Sabina. Su personalidad, voz y aspecto físico me resultan instintivamente desagradables.
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